Por: Paloma González Quijano
Bien sabemos que la educación es la base y motor del desarrollo y el cambio, pero hay veces que no la aplicamos para temas cotidianos y nos enfocamos en temas más complejos o hasta ajenos. La calidad del aire interior es uno de estos temas, que, aunque nos afecta a todes, la mayoría de las personas no tienen conocimiento de cómo impacta en su salud, rendimiento y hasta humor.
¿Cómo hacemos lo invisible, visible? ¿Cómo logramos que la gente se interese y se informe de algo que, aunque tan relevante en su día a día, no puede ver? Algo que se escucha mucho en la industria HVAC es que, si te dan un vaso de agua sucia, no te lo tomas, pero si llegas a un lugar con mala calidad de aire (a veces se puede identificar porque se siente el aire pesado o huele feo o raro) no dices nada.
La amenaza a la salud derivada de la exposición a contaminantes en el aire dentro de nuestros hogares es seria. Pasamos casi el 90% de nuestro tiempo en espacios cerrados, donde las concentraciones de sustancias perjudiciales pueden ser de dos a cinco veces mayores que en el exterior. Los cambios en nuestro comportamiento desde la pandemia de COVID-19 han incrementado aún más el tiempo que pasamos en interiores, y muchos de estos cambios se han mantenido. Se estima que las alteraciones en las condiciones climáticas externas debido al cambio climático generarán efectos adicionales negativos en la calidad del aire dentro de nuestros hogares, afectando la salud humana. Estos efectos incluyen un aumento en el estrés térmico en interiores, la presencia de moho, la exposición al ozono y al humo de incendios forestales.
Investigaciones recientes indican que la conexión entre la mala calidad del aire interior (IAQ en inglés) y problemas de salud es cada vez más evidente. La exposición a la contaminación del aire en interiores puede contribuir a problemas respiratorios, visitas al hospital, ausencias en la escuela y el trabajo, así como a condiciones graves como enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y cáncer.
Las poblaciones más vulnerables, como niños, ancianos y personas con problemas respiratorios preexistentes enfrentan riesgos más severos, ya que es probable que pasen más tiempo en interiores. Los hogares con bajos ingresos están particularmente en riesgo, ya que tienen una probabilidad desproporcionadamente alta de estar expuestos a contaminantes en interiores, dado que las condiciones de vivienda suelen ser más pequeñas, abarrotadas, antiguas y cercanas a fuentes externas de contaminación. Además, el riesgo para la salud puede ser mayor en hogares que utilizan estufas de gas, donde los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2) pueden ser de 50 a 400 veces más altos que en hogares con estufas eléctricas.
A demás, la productividad se reduce en instalaciones que sufren de mala calidad del aire. Los efectos directos sobre los trabajadores incluyen niveles de concentración reducidos, mayores tasas de error y mayor ausentismo relacionado con la salud. Los efectos indirectos incluyen una productividad reducida, dificultades con el reclutamiento y retención de empleados y mayores costos de contratación y capacitación para su operación.
Es crucial contar con más orientación sobre cómo mantener una IAQ saludable para informar adecuadamente a los ocupantes de los edificios sobre los riesgos de la calidad del aire interior, especialmente para grupos vulnerables que ya enfrentan un mayor riesgo de impactos en la salud debido al cambio climático. Es por esto por lo que en Air Community tenemos la misión de hacer llegar a la mayor cantidad de personas posibles esta información, para que tengan las herramientas de exigir una mejora calidad de aire y así puedan mejorar su calidad de vida.
Referencias:
https://rmi.org/the-need-for-us-indoor-air-quality-guidelines/